El estreno de MACEDONIO, de
Enrique Papatino y dirigida por Enrique Dacal, en el Teatro Payró, constituye
una experiencia especial en varios sentidos. Los dos se suman a la lista de
grandes escritores como Mallea, Girondo y Borges, que admiraron a un poeta hoy
escasamente leído por las nuevas generaciones.
El texto de Papatino
constituye una paráfrasis de lo dicho y escrito por Macedonio (”Toda la obra está hablada en el lenguaje de Macedonio porque no hay ninguna palabra textual de él, salvo ese poema
convertido en milonga o Cifra[1]. Tampoco es de Macedonio
el texto que aparece entre comillas en el programa (“Hay sueños que sólo
esperan nuestra decisión de soñarlos”), lo que puede considerarse una creativa
apropiación borgeana. Su Macedonio no es ni el mítico de Borges, ni el de las biografías
académicas, es absolutamente “teatral”: lucha contra los otros, y contra sí
mismo; se debate entre lo que aparece como ambiguo y como certeza; debe optar
entre el amor y la admiración que le profesan (la dueña de la pensión, Gómez,
el poeta aspirante a editor). Todo lo que dice este Macedonio ficcional desde
el escenario (salvo los versos “Amor, Amor…”) es el discurso que Papatino elige
para recrearlo. Sin embargo, el espectador reconoce en dicho discurso, al poeta
“real”, capaz de utilizar metáforas y comparaciones del ámbito cotidiano cuando
se refiere al arte y la poesía. Cada uno de los segmentos de su texto propone
un discurso en el que confluye lo
apelativo –el protagonista busca erosionar algunos supuestos ideológico sobre
el escritor y su escritura-; lo programático –oposición a los dogmas, necesidad
del misterio pero sin darle nombre, no explicar la poesía.
Julieta Capece es responsable
de la escenografía y el vestuario. En un espacio despojado, dos objetos cobran
especial significación la guitarra y los papeles al mostrar las estrechas
implicancias entre la palabra y la música propuestas en el texto. El vestuario
funciona como definitorio del protagonista en sus dos dimensiones -pública (el
frac) y la privada (el pijama)- en las que Macedonio milita. Elijo
conscientemente este término, ya que el escritor sostuvo hasta su muerte su
actitud de rebeldía frente a las convenciones, e intento siempre comunicar con
sus charlas aparentemente informales, su pensamiento sobre la vida, la muerte,
el amor y el arte.
El trabajo el actor sobre el
personaje constituye en sí mismo una clase de actuación con sus juegos
alternativos de ocultamientos y revelación. En su diálogo con Gómez (poeta que
aspira a editar las obras de Macedonio) revela un cuerpo que se detiene en lo
exterior, pero prosigue en su interior, y en el fluir del discurso su trabajo
con el ritmo hace que se diluyan los confines precisos en la palabra y la
música; su interacción con los objetos les infunde el valor simbólico que
poseen y captura y dirige siempre la mirada del espectador.
Para Dacal, Macedonio
“desdeñaba la escritura y abandonaba aquello que escribía para que alguien lo
descubriera. Creo que esta era su manía
y también su manera de buscar trascendencia”[2]. Este supuesto, impone una
actuación muy compleja, ya que al tiempo que afirma convicciones, manifiesta
contradicciones y apunta a lo ambiguo (“Nada abriga tanto como el papel
escrito”). En su puesta, todo son
aciertos: la elección del autor, de sus colaboradores, de los actores Jorge
Capussotti, Beatriz Dos Santos y Marcelo Sánchez, los dos últimos, perfectos en
sus roles de ayudantes que se comprometen, y por eso mismo resultan
rechazados/abandonados. Su conocimiento de la vida y obra del personaje
protagónico, pero igualmente la admiración que siente por el poeta, se traduce
en la concreción de una creación “circular” por su correspondencia con el
número 10 (“retorno a la unidad tras la multiplicidad por lo que simboliza en
muchas ocasiones el cielo y la perfección”, según Juan-Eduardo Cirlot)
Macedonio, Borges, Papatino,
Dacal, Capussotti, figuras que en el espectáculo teatral se integran y
confunden hasta el punto de casi no poder distinguirse y proponen a los
receptores que a su vez sigan las huellas de quien fuera considerado por
algunos como el “oráculo de la literatura argentina”.
www.goenescena.blogspot.com.ar
AÑO VII, n° 278
pzayaslima@gmail.com
[1]
Así lo señala el director en su entrevista con Mónica López Ocón,
Macedonio Fernández otra vez entre
nosotros” (https://www.tiempoar.com.ar)
7 de julio 2024.
[2]
Ver nota 1.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario