El nuevo espectáculo de Ariel
Osiris ofrece un inquietante y complejo espectáculo, perturbador desde el
propio título. Por una parte, un término que remite a un género muy específico,
cantata. Originariamente se aplicó a
toda música vocal y basada en el canto solista, continuación del madrigal del
s. XVI, y a partir del s. XVII denomina una escena cantada sin decorado ni
trajes, con un contenido narrativo que puede alcanzar un giro dramático.
En nuestro país, a mediados de los 70, surgen
experiencias creativas y estimulantes orientadas a representar momentos de la
historia del país que, según sus creadores, debían ser revisados. Como en el
resto de Latinoamérica, esos espectáculos se denominaron Cantata Escénica. Uno
que puede ser considerado como paradigmático fue EL INGLÉS, de Juan Carlos Gené.
Ariel Osiris, retoma este género, pero desplaza el protagonismo de lo histórico
narrativo hacia lo autorreferencial. Por otra parte, lo conecta con el otro
término, rumia, que a su vez implica
diversos sentidos: rumiar como el acto de masticar por segunda vez, en el
ámbito coloquial; considerar despacio y pensar sobre algo con reflexión, con madurez;
y en el campo de la sociología la actitud de focalizar de manera repetitiva los
aspectos difíciles o negativos del presente, del pasado o del futuro.
Con Jorge Thefs, Osiris ofrece
un texto que traspasa género al explorar la flexibilidad que le permite la
cantata, combina discursos cuando transita sucesivamente lo poético, lo
narrativo, lo personal, lo histórico, confronta lenguajes verbales y no
verbales y exhibe la interrelación de artes. Precisamente su apelación a lo
poético es explícita, tal vez en coincidencia con la idea que desarrolla Carlos
Bousoño en su TEORÍA DE LA EXPRESIÓN POÉTICA: “La poesía debe darnos la
impresión (aunque esa impresión pueda ser engañosa) de que, a través de meras
palabras, se nos comunica un conocimiento de muy especial índole: el
conocimiento de un contenido psíquico, tal como un contenido psíquico es en la
vida real”.
Las proyecciones en una enorme pantalla
remiten al cine, al circo y a vivencias personales; algunas secuencias generan
efectos de distanciamiento, otras exhiben una emotividad desbordante –aunque no
siempre implican identificación- la presencia e lo dionisíaco, la vigencia de
la pasión. Dichas proyecciones conforman otro texto que sólo la subjetividad
del receptor puede transcribir, al margen del punto de vista de los creadores;
el espectador no queda ensimismado por las imágenes porque se ve obligado a
relacionarlo con lo que el actor dice-actúa y la música y canciones simbolizan
Las imágenes sonoras ofrecen
indicios que guían la lectura del receptor; la música seleccionada abarca un
extenso arco que va de lo nacional a lo extranjero, de lo clásico a lo
contemporáneo, de lo popular a lo culto. Y todo ello opera como una metáfora
del complejo y cambiante itinerario recorrido –y aún le resta por recorrer- al
protagonista. Osiris es en este campo,
un entregado performer que apela a una exigencia a nivel física e
interpretativa y a diferentes recursos para logar una efectiva comunicación: lo
tecnológico, el travestismo, distintos registros vocálicos, su trabajo con la
proxemia a través de sus juegos con distancia con los otros performers - la
lejanía y la cercanía-.
Los textos de Ariel Osiris y
la dramaturgia, dirección general, diseño e iluminación y puesta en escena de
Jorge Thefs apuntan a una autorreferencialidad focalizada en la afirmación
identitaria asociada a una contextualización que la inserta en una identidad
colectiva. Sin duda, la música original y diseño sonoro de Francisco Cañadas las
ilustraciones visuales de Federico Casalinuovo, el diseño y edición de video de
Florencia Labat, y el trabajo con el
espacio de los performers Ariel Osiris, Jorge Thefs, Rosario Ruete, Juliana Ortiz
y Victoria Duarte lograrán una mayor eficacia comunicacional en el nuevo
espacio teatro teatral en El Excéntrico, en esta temporada 2024.
www.goenescena.blogspot.com.ar
AÑO VI, núm. 276
pzayaslima@gmail.com
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